El arte de la interrupción

Ayer fui a un festival de música en Palermo (el BAFIM). Tocaba Mimi Maura, así que tenía que estar ahí.


El viernes, mi Vecinito me había llamado para desearme un feliz cumple. Nos colgamos hablando y me preguntó si quería que fuéramos juntos. Le dije que sí.


Era una salida inocente.


Para mi sorpresa, había mucha mucha gente en el festival y nunca pudimos entrar al sector donde estaba el escenario, nos quedamos afuera. Así y todo lo estábamos pasando súper bien en el medio de la calle bailando los boleros de Mimi y algún que otro tema más movidito. Cuando la cosa se estaba poniendo romanticona y un poco cursi, siento un toc-toc-toc en mi hombro. La Nuevita y el del Box de al lado estaban ahí.


Se quedaron al lado nuestro como si todos fuéramos un grupo de amigos cercanos. La Nuevita me contaba cosas. El del Box de al lado conversaba con el Vecinito. No sabía si me habían salvado o cagado.


Cuando se fueron, ya era demasiado tarde. El recital había terminado y la magia se había ido con la puertorriqueña.


El Vecinito y yo volvimos a nuestro edificio. Ni siquiera se bajó del ascensor para intentar nada.


Un domingo que podría haber terminado muy bien, acabó con Lost y el pote de helado.


Hoy vuelvo a terapia. Mi terapeuta va a portarse cortante y amigable a la vez, como cada vez que me siento mejor y dejo su sillón.